
No vayan a malinterpretarme. No se trata de ningún tipo de fijación insana. Es más una cuestión de mera
auto-identificación, como talla. Es que nosotras las tallascuarentas nos reconocemos en la distancia. Sabemos que estamos ahí, aunque nos machaquen, aunque nos escondan. Tendemos a estar. Siempre. Y yo a esta chica la huelo, sé que es de las mías. Muy hortera, pero
tallacuarenta hasta la médula. Un ligerito paseo por su pasado estético basta.

Y otra maldad de talla-que-acumula-rencor: isshhhh, si es que lo tengo dicho, hay que cuidarse mucho de repetir vestidiiito, que luego las comparaciones son odiosas, y más contra diosas como
Halle Berry. No me extraña que Jennifer se escape de la foto.
*Nota: ciertamente, el vestido tampoco es la leche de favorecedor, las cosas como son.
Pero para que vean que no todo son dardos envenenados en el
planeta cuarenta, aquí un claro caso de compañera que da ejemplo al mundo y demuestra que, bien trabajada, una
prieta-tallacuarenta puede evolucionar a
sobria y elegante SEÑORA Tallacuarenta.
Y bueno, no tan sobrio, pero aquí otro caso de
trabajado tallaje. Para que luego digan que no soy expléndida...